Incapaz de recordar su cara, su sonrisa.
Incapaz de recordar el color de sus ojos, o de su pelo.
Incapaz incluso de recordar su voz.
La oscuridad me brindaba la oportunidad de tan sólo sentir, tocar, y con ello, no poder revivir aquel momento.
Su tacto, la suavidad de su pelo, su delicadeza. O tal vez su tenacidad, su autocontrol.
Todo en frío, sin preludio.
Y siento que me quedaron tantas cosas por decir, hacer y vivir.
Y siento un vacío tan intenso al recordar lo efímero de aquello. Pienso, analizo sus palabras, sus gestos.
Y puede que todo se quede en eso, en el suma y sigue de su cajón de recuerdos. O tal vez no.
Son incógnitas con las que hemos de vivir, y sólo puedo resignarme ante cosa tan absurda.