miércoles, 26 de marzo de 2014

26 de marzo de 2014

Y llega el momento en que tu cerebro hace “clic”. Ese aviso que te dice que hay algo que no cuadra, que te enerva esa situación, que si continúa así revientas. Puedes hacer algo al respecto, o dejarlo pasar. Tu cabeza da mil vueltas al asunto, te planteas abandonar habiendo llegado a ese punto, dejar las cosas como están o quedarte parada sin hacer nada.
Un par de palabras lo pueden cambiar todo, y lo hacen de verdad. En estos casos no hay un algo que te diga ¡Basta! Ni nadie que te impida seguir con su juego. A medida que todo pasa aumenta la presión sanguínea, te bloqueas y no sabes cómo responder. No tienes fuerzas para pensar, tan solo las tienes para romper lo primero que te pongan delante. Y sabes que no es él a quien tienes delante, es una pantalla de LED, esa dichosa pantalla que ha vivido innumerables discusiones como ésta, y que sabe que la de hoy puede ser la última.
Cada mundo de color de rosa sufre un apagón de vez en cuando. Nadie se lo espera, pero acaba sucediendo. La ira se apodera de tu cuerpo, toma las riendas de tu cerebro y se apresura a decir lo primero que piensa. No tiene en cuenta la repercusión que conlleva todo lo que dice y hace, tampoco se da cuenta de que todo, absolutamente todo, puede cambiar las cosas. Las tardes juntos, los besos, las miradas, las declaraciones, las sonrisas de complicidad e incluso las llamadas o mensajes diarios. Todo esto se desvanece, como los colores de los fuegos artificiales.

Y tu no quieres, o crees que no quieres. Pero no sabes qué hacer ni cómo reaccionar, tan solo quieres que todo acabe y llegue la calma. Pero esta vez, a pesar de que ni tú ni él lo sabéis, jamás llegará.  

lunes, 24 de marzo de 2014

24 de marzo 2014

Cambian, las cosas cambian de un momento a otro, de una visita a otra, con una mirada, una carta, una palabra... Y es que jamás puedes ni tan siquiera pensar que algo tan fuerte y aparentemente inseparable, se pueda separar. Llegas un día y todo ha cambiado, ya no hay cariño, palabras ni miradas como antes. Ya no hay mensajes, ya no hay roce, ya no hay nada. Y no comprendes el por qué de esta mierda, no entiendes el por qué de su hipotética partida, tampoco entiendes por qué no hay explicaciones ni despedidas. Surge así, de repente, sin previo aviso, sin una alarma que te avise de la tempestad que está a punto de llegar. Quieres preguntar, necesitas preguntar, reclamas una respuesta y ¿qué recibes? Nada.
Pero el orgullo termina por apoderarse de tu cuerpo, de tu mente, de tus sentidos, excepto de tu corazón. Sabes que algo dentro de ti, una llama que él encendió y que perdurará por siempre, te incita a no tirar la toalla, a seguir insistiendo, a no rendirte. Pero no sirve de nada porque no hay nada que le de sentido. Lenta y dolorosamente te das cuenta de la realidad, de la cruda realidad. Te das cuenta de que si paras a pensar, nada tenía sentido. No habría surgido lo deseado, no habría dado fruto lo sembrado. ¿Por qué? Estábamos hechos el uno para el otro.

domingo, 23 de marzo de 2014

23 de marzo 2014

Dicen que la vida viene, va, vuelve y te da hostias de vez en cuando. También dicen que leer te abre los ojos, y que escribir es buena terapia cuando estás mal. Desde pequeña consideré que los diarios eran algo cursi, desfasado, y que tan solo se veía en las películas. Donde la típica niñata enamorada de 14 años le cuenta sus bobadas a su querido Diario.
Bueno, yo no soy esa chica, yo soy yo, y tú, no.
Me he decidido a escribir algo, me ha venido un cierta inspiración, como cuando estás muy aburrida y empiezas a pensar, piensas miles de cosas, errores cometidos, locuras que has hecho y podrías hacer. Un momento, alguien importante por Skype.
Retomo. Como cuando piensas en las cosas de la vida, y florece de tu interior un cierto Yo filosófico. Bueno, pues ya te digo yo que no, no eres filósofo. Pero es bueno darle a tu vida un poco de entusiasmo, pensar en el por qué de las cosas, darle mil y una vueltas a algo, porque en definitiva, sólo tú sabrás lo que piensas y aquello que pienses quedará grabado en un rincón de tu pequeña pero formidable cabeza. Puede parecer una salvajada o puede en cambio parecer una gran idea. Pero te aseguro, que si lo pruebas quedarás satisfecho con el resultado.

Plantearse algo que escribir es difícil, lo aseguro, hay que pensar bien qué poder escribir, y sobre qué tema. Porque igual empiezas y a las 2 líneas se te acaba el repertorio de palabras interesantes, o simplemente se ha desvanecido la pequeña chispa de inspiración que habías encontrado, como me pasa a mí ahora. Tenía mil cosas que escribir, buenas ideas, buenas frases... Pero lamentablemente, toda esa magia y furor se han ido volando a otra cabecita menos despistada que la mía.


Hay quien habla de marcar la diferencia, hay quien prefiere llamarlo personalidad, pero ¿por qué no dejarlo en un simple, vivir? Ya sea en un sitio que en otro, de la forma que quieras, pero con una condición: dejar vivir. Parece mentira, pero Timón y Pumba tenían parte de razón en su “Hakuna Matata”.