Incapaz de recordar su cara, su sonrisa.
Incapaz de recordar el color de sus ojos, o de su pelo.
Incapaz incluso de recordar su voz.
La oscuridad me brindaba la oportunidad de tan sólo sentir, tocar, y con ello, no poder revivir aquel momento.
Su tacto, la suavidad de su pelo, su delicadeza. O tal vez su tenacidad, su autocontrol.
Todo en frío, sin preludio.
Y siento que me quedaron tantas cosas por decir, hacer y vivir.
Y siento un vacío tan intenso al recordar lo efímero de aquello. Pienso, analizo sus palabras, sus gestos.
Y puede que todo se quede en eso, en el suma y sigue de su cajón de recuerdos. O tal vez no.
Son incógnitas con las que hemos de vivir, y sólo puedo resignarme ante cosa tan absurda.
Delirio
viernes, 28 de julio de 2017
martes, 12 de julio de 2016
12 de julio 2016
Estas cosas llegan, pasan sin motivo, sin previo aviso… Pero
tú, tú has llegado para quedarte. Lo hiciste a lo grande, tal y como eres, como
una apisonadora que destroza todo a su paso, pero en este caso no destruiste…
sino construiste cada pedazo de mí, todos y cada uno de los trozos que el
tiempo había desquebrajado, agrietado, despegado de mí…
Llegas fuerte, con ganas de hacerme reír, con ganas de
comerte al mundo y de comerme a mí, y no sabes lo que me encanta. Ni siquiera
te vi llegar, y eso que destacas entre todos los demás, pero no, no fue en mi
caso. Apareciste de la nada para convertirte en mi todo, en mi fundamental.
Los estereotipos están sobrevalorados, las medias naranjas,
las personas que se supone que deben estar juntas por su semejanza física o
intelectual… Pamplinas. Las mentes, tu mente… Eso es lo que importa, eso es lo
que me enamora. Que cuanto más grande seas mejor, pues más grande es tu
corazón, mejores tus abrazos.
Todo ha llegado poco a poco, a su debido tiempo, nuestro río
ha ido fluyendo por los canales de la vida, sin pausa pero sin prisa. Y es así
como queremos que siga, y es así como seguirá.
Y que lo único de lo que me contagie en este mundo, sea de tu
risa.
15 de enero 2016
Hay vacíos intensos y personas que hacen ese maldito hueco
en tu corazón, para que tras su ida, la permanencia de ese vació parezca
eterna. Miras el reloj y ni tan siquiera te percatas de la hora, lo miras por
hacer algo, porque te has acostumbrado a esas monotonías de antes y ahora no
hay nadie que suplante su lugar. Porque a pesar de que pueda haberlo, no lo
hace de la misma manera, ni aunque lo intente. Las personas vienen y van, y
cuando crees que llega la adecuada, ZAS, aparece otra que te hace cambiar de
opinión y considerar que es ella la que debe entrelazar sus dedos con los
tuyos. Y crees que es así, o te intentas hacer a la idea, aunque sepas que
tarde o temprano llegará otra persona que te ponga la vida patas arriba y no te
deje ni dormir. Porque eres así de idiota y caprichosa, porque te encanta jugar
y no tienes el coraje para admitirlo. Y es que aunque seas así y pasen tantas
personas por tu lado… El hueco, ese hueco permanece ahí, latente. Y te
encantaría poder cambiar tu miserable forma de ser, para poder valorar como
toca a las personas que deciden entrar en tu vida y tratan de quedarse hasta
que les das la patada y buscas a otro. Que ahora puede parecerte bien, puede
gustarte o darte morbo, pero de aquí a un tiempo añorarás la persona que cavó
ese agujero, ese hueco en tu corazón. Y te arrepentirás de haber sido tan cría,
tan ingenua y despreocupada. Y en ese momento te echarás a llorar sin saber qué
demonios hacer con tu vida, porque era esa persona, la del huequito… Sí esa. La
que realmente querías que anduviera contigo de la mano. Pero ya es tarde, ya
hay otra que ocupa el lugar que tú no supiste valorar ni mantener.
lunes, 9 de marzo de 2015
9 de marzo 2015
Tardar un año. Tardar un año en darte cuenta de que estas cosas no salen a la luz con facilidad. Tardar un año en darte cuenta que el tipo que te hacía sentir especial, lo que te hacia era de todo, menos falta. Tardar un año en espabilar y ver que aquel otro tipo que te hizo sonreír una vez, lo haría una y mil veces más con tal de verte feliz. Tardar un año en echar de menos a alguien. Tardar un puto año en querer volver atrás y tenerlo. Y tardar también, un año, en volver a verlo.
miércoles, 26 de marzo de 2014
26 de marzo de 2014
Y llega el momento en que tu cerebro
hace “clic”. Ese aviso que te dice que hay algo que no cuadra,
que te enerva esa situación, que si continúa así revientas. Puedes
hacer algo al respecto, o dejarlo pasar. Tu cabeza da mil vueltas al
asunto, te planteas abandonar habiendo llegado a ese punto, dejar las
cosas como están o quedarte parada sin hacer nada.
Un par de palabras lo pueden cambiar
todo, y lo hacen de verdad. En estos casos no hay un algo que te diga
¡Basta! Ni nadie que te impida seguir con su juego. A medida que
todo pasa aumenta la presión sanguínea, te bloqueas y no sabes cómo
responder. No tienes fuerzas para pensar, tan solo las tienes para
romper lo primero que te pongan delante. Y sabes que no es él a
quien tienes delante, es una pantalla de LED, esa dichosa pantalla
que ha vivido innumerables discusiones como ésta, y que sabe que la
de hoy puede ser la última.
Cada mundo de color de rosa sufre un
apagón de vez en cuando. Nadie se lo espera, pero acaba sucediendo.
La ira se apodera de tu cuerpo, toma las riendas de tu cerebro y se
apresura a decir lo primero que piensa. No tiene en cuenta la
repercusión que conlleva todo lo que dice y hace, tampoco se da
cuenta de que todo, absolutamente todo, puede cambiar las cosas. Las
tardes juntos, los besos, las miradas, las declaraciones, las
sonrisas de complicidad e incluso las llamadas o mensajes diarios.
Todo esto se desvanece, como los colores de los fuegos artificiales.
Y tu no quieres, o crees que no
quieres. Pero no sabes qué hacer ni cómo reaccionar, tan solo
quieres que todo acabe y llegue la calma. Pero esta vez, a pesar de
que ni tú ni él lo sabéis, jamás llegará.
lunes, 24 de marzo de 2014
24 de marzo 2014
Cambian, las cosas cambian de un
momento a otro, de una visita a otra, con una mirada, una carta, una
palabra... Y es que jamás puedes ni tan siquiera pensar que algo tan
fuerte y aparentemente inseparable, se pueda separar. Llegas un día
y todo ha cambiado, ya no hay cariño, palabras ni miradas como
antes. Ya no hay mensajes, ya no hay roce, ya no hay nada. Y no
comprendes el por qué de esta mierda, no entiendes el por qué de su
hipotética partida, tampoco entiendes por qué no hay explicaciones
ni despedidas. Surge así, de repente, sin previo aviso, sin una
alarma que te avise de la tempestad que está a punto de llegar.
Quieres preguntar, necesitas preguntar, reclamas una respuesta y ¿qué
recibes? Nada.
Pero el orgullo termina por apoderarse
de tu cuerpo, de tu mente, de tus sentidos, excepto de tu corazón.
Sabes que algo dentro de ti, una llama que él encendió y que
perdurará por siempre, te incita a no tirar la toalla, a seguir
insistiendo, a no rendirte. Pero no sirve de nada porque no hay nada
que le de sentido. Lenta y dolorosamente te das cuenta de la
realidad, de la cruda realidad. Te das cuenta de que si paras a
pensar, nada tenía sentido. No habría surgido lo deseado, no habría
dado fruto lo sembrado. ¿Por qué? Estábamos hechos el uno para el
otro.
domingo, 23 de marzo de 2014
23 de marzo 2014
Dicen que la vida viene, va, vuelve y
te da hostias de vez en cuando. También dicen que leer te abre los
ojos, y que escribir es buena terapia cuando estás mal. Desde
pequeña consideré que los diarios eran algo cursi, desfasado, y que
tan solo se veía en las películas. Donde la típica niñata
enamorada de 14 años le cuenta sus bobadas a su querido Diario.
Bueno, yo no soy esa chica, yo soy yo,
y tú, no.
Me he decidido a escribir algo, me ha
venido un cierta inspiración, como cuando estás muy aburrida y
empiezas a pensar, piensas miles de cosas, errores cometidos, locuras
que has hecho y podrías hacer. Un momento, alguien importante por Skype.
Retomo. Como cuando piensas en las
cosas de la vida, y florece de tu interior un cierto Yo filosófico.
Bueno, pues ya te digo yo que no, no eres filósofo. Pero es bueno
darle a tu vida un poco de entusiasmo, pensar en el por qué de las
cosas, darle mil y una vueltas a algo, porque en definitiva, sólo tú
sabrás lo que piensas y aquello que pienses quedará grabado en un
rincón de tu pequeña pero formidable cabeza. Puede parecer una
salvajada o puede en cambio parecer una gran idea. Pero te aseguro,
que si lo pruebas quedarás satisfecho con el resultado.
Plantearse algo que escribir es
difícil, lo aseguro, hay que pensar bien qué poder escribir, y
sobre qué tema. Porque igual empiezas y a las 2 líneas se te acaba
el repertorio de palabras interesantes, o simplemente se ha
desvanecido la pequeña chispa de inspiración que habías
encontrado, como me pasa a mí ahora. Tenía mil cosas que escribir,
buenas ideas, buenas frases... Pero lamentablemente, toda esa magia y
furor se han ido volando a otra cabecita menos despistada que la mía.
Hay quien habla de marcar la
diferencia, hay quien prefiere llamarlo personalidad, pero ¿por qué
no dejarlo en un simple, vivir? Ya sea en un sitio que en otro, de la
forma que quieras, pero con una condición: dejar vivir. Parece
mentira, pero Timón y Pumba tenían parte de razón en su “Hakuna
Matata”.
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