Dicen que la vida viene, va, vuelve y
te da hostias de vez en cuando. También dicen que leer te abre los
ojos, y que escribir es buena terapia cuando estás mal. Desde
pequeña consideré que los diarios eran algo cursi, desfasado, y que
tan solo se veía en las películas. Donde la típica niñata
enamorada de 14 años le cuenta sus bobadas a su querido Diario.
Bueno, yo no soy esa chica, yo soy yo,
y tú, no.
Me he decidido a escribir algo, me ha
venido un cierta inspiración, como cuando estás muy aburrida y
empiezas a pensar, piensas miles de cosas, errores cometidos, locuras
que has hecho y podrías hacer. Un momento, alguien importante por Skype.
Retomo. Como cuando piensas en las
cosas de la vida, y florece de tu interior un cierto Yo filosófico.
Bueno, pues ya te digo yo que no, no eres filósofo. Pero es bueno
darle a tu vida un poco de entusiasmo, pensar en el por qué de las
cosas, darle mil y una vueltas a algo, porque en definitiva, sólo tú
sabrás lo que piensas y aquello que pienses quedará grabado en un
rincón de tu pequeña pero formidable cabeza. Puede parecer una
salvajada o puede en cambio parecer una gran idea. Pero te aseguro,
que si lo pruebas quedarás satisfecho con el resultado.
Plantearse algo que escribir es
difícil, lo aseguro, hay que pensar bien qué poder escribir, y
sobre qué tema. Porque igual empiezas y a las 2 líneas se te acaba
el repertorio de palabras interesantes, o simplemente se ha
desvanecido la pequeña chispa de inspiración que habías
encontrado, como me pasa a mí ahora. Tenía mil cosas que escribir,
buenas ideas, buenas frases... Pero lamentablemente, toda esa magia y
furor se han ido volando a otra cabecita menos despistada que la mía.
Hay quien habla de marcar la
diferencia, hay quien prefiere llamarlo personalidad, pero ¿por qué
no dejarlo en un simple, vivir? Ya sea en un sitio que en otro, de la
forma que quieras, pero con una condición: dejar vivir. Parece
mentira, pero Timón y Pumba tenían parte de razón en su “Hakuna
Matata”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario