martes, 12 de julio de 2016

15 de enero 2016

Hay vacíos intensos y personas que hacen ese maldito hueco en tu corazón, para que tras su ida, la permanencia de ese vació parezca eterna. Miras el reloj y ni tan siquiera te percatas de la hora, lo miras por hacer algo, porque te has acostumbrado a esas monotonías de antes y ahora no hay nadie que suplante su lugar. Porque a pesar de que pueda haberlo, no lo hace de la misma manera, ni aunque lo intente. Las personas vienen y van, y cuando crees que llega la adecuada, ZAS, aparece otra que te hace cambiar de opinión y considerar que es ella la que debe entrelazar sus dedos con los tuyos. Y crees que es así, o te intentas hacer a la idea, aunque sepas que tarde o temprano llegará otra persona que te ponga la vida patas arriba y no te deje ni dormir. Porque eres así de idiota y caprichosa, porque te encanta jugar y no tienes el coraje para admitirlo. Y es que aunque seas así y pasen tantas personas por tu lado… El hueco, ese hueco permanece ahí, latente. Y te encantaría poder cambiar tu miserable forma de ser, para poder valorar como toca a las personas que deciden entrar en tu vida y tratan de quedarse hasta que les das la patada y buscas a otro. Que ahora puede parecerte bien, puede gustarte o darte morbo, pero de aquí a un tiempo añorarás la persona que cavó ese agujero, ese hueco en tu corazón. Y te arrepentirás de haber sido tan cría, tan ingenua y despreocupada. Y en ese momento te echarás a llorar sin saber qué demonios hacer con tu vida, porque era esa persona, la del huequito… Sí esa. La que realmente querías que anduviera contigo de la mano. Pero ya es tarde, ya hay otra que ocupa el lugar que tú no supiste valorar ni mantener. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario